¿Te gustaría ser mi ChatGPT?

No tienen idea del tiempo que pasé ponderando a qué categoría debería pertenecer este post… Por un lado, la Inteligencia Artificial (IA) es uno de los temas más discutidos a nivel global. Es claramente un tema tecnológico que ha impactado nuestra sociedad más rápido que la cantidad de películas que sacaron de Fast & Furious en un par de años. Por otro lado, el uso que a veces le damos a la IA me hace pensar que podríamos estar hablando sobre Relaciones humanas, porque seguro más de uno ya le pidió a ChatGPT algún tipo de “exclusividad amorosa”.

Y es que pasamos de usar la IA para redactar correos o corregir gramática a hacerle preguntas que cruzan la línea de lo profesional a lo personal: desde pedirle consejos de citas o cómo responder un mensaje delicado, hasta abordar problemas de pareja sin un claro contexto de la situación, la toma de decisiones que marcarían la vida de nuestros hijos, o incluso temas tan profundamente intrapersonales que yo preferiría derivar con un profesional de la salud.

Por mi parte, confieso que hace un par de meses hice mi primer asado, y como estaba solo, tomé fotos de la parrilla y le pregunté a ChatGPT si el nivel de fuego, cantidad de brasas, el término de cocción, etc., eran los correctos. La verdad, quedé sorprendido por el nivel de precisión que podemos obtener de estos modelos cuando buscamos ayuda, siempre y cuando sepamos delimitar las preguntas y re chequear las respuestas. Dicho todo esto, admito que en el fondo estaba buscando más un cómplice que un algoritmo (y esto tómenlo con pinzas, porque es precisamente las atribuciones que no deberíamos darle).

Realmente pareciera que la IA se ha convertido en nuestro confidente, y no solo eso, sino en nuestro hincha personal que nos trata como si todo lo que hiciéramos fuera lo más brillante que haya visto jamás (lo cual no está nada mal para subir un poquito la autoestima). Sin embargo, con esto hay que tener mucho cuidado, porque no es de casualidad.

Sin necesidad de entrar en detalles técnicos, la explicación es que las IA están programadas para alinearse con las preferencias humanas. Su objetivo principal no es solo ser preciso, sino garantizar que el modelo sea útil, inofensivo y compatible con nuestros valores. Por eso, el sistema se entrena para anticipar la respuesta más aceptable, ya que, en general, todos preferimos que se nos hable con respeto, positividad, y de manera constructiva.

Si bien estos modelos de lenguaje grande (LLM) responden con un nivel de empatía que no tiene ni tu vieja, nunca debemos olvidar que se trata solo de una arquitectura diseñada para entender y generar lenguaje. No hay una persona detrás de tu dispositivo preocupándose genuinamente por tu salud o tu situación financiera.

¿Esto le resta importancia a las maravillas que nos ofrece la IA? ¡No! El verdadero valor de nuestro “amigo fiel” es que nos ayuda a estructurar ideas, crear códigos (si sos programador, sabes lo noble que es Claude), automatizar, organizar calendarios, responder preguntas como por qué el fuego es amarillo, y mejor paro de contar porque los beneficios son innumerables (¡y cada día surgen cosas nuevas!). Pero, para la honestidad, el contexto y la compañía real, la respuesta siempre estará en el otro lado de la pantalla, ahí donde estás vos y donde estoy yo.

Ah, y la razón por la cual el fuego es amarillo es principalmente debido a la combustión incompleta y a la temperatura de las partículas de carbono que se están quemando (recién se lo pregunté a Gemini).

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