La respuesta fácil sería que algo grave pasó: una traición, un secreto roto, o quizá te quitaron una papa frita sin pedirte permiso, lo cual es imperdonable. Pero, en serio, la mayoría de las veces no hay un gran evento. No hay un final de película. Simplemente, un día nos damos cuenta de que ya no hablamos con esa persona como antes.
Y ahí es cuando aparece la pregunta incómoda: ¿por qué me alejo de mis amigos?
A veces la respuesta está en revisar nuestra actitud. Decimos que nos alejamos porque ya no nos escriben, o que ya nunca nos invitan a salir. Pero… ¿cuándo fue la última vez que les escribimos nosotros?
Otras veces el motivo es más profundo: estrés, cansancio, sentir que no somos buena compañía, o que nuestra energía social está en modo ahorro. No es que no queramos a nuestros amigos, sino que simplemente no tenemos la cabeza ni el ánimo.
O también puede pasar algo menos complicado: ya no tenemos intereses en común. Ellos están en una etapa, nosotros en otra. Y eso no tiene que ser un drama: las amistades, igual que nosotros, cambian.
¿Está bien alejarse? ¿Está mal? La verdad, depende. La clave está en hacerse preguntas sinceras:
¿Por qué me estoy alejando?
¿Qué necesito yo en este momento?
¿Quiero recuperar ese vínculo o es más sano dejarlo ir?
Por ahí la respuesta llega en una charla honesta con esa persona, o con ayuda profesional (como la terapia, si sentimos que algo nos pesa demasiado). Quizá solo se trate de aceptar que una etapa cumplió su ciclo.
De lo que estoy seguro es que, si notás que te estás aislando sin entender bien por qué te alejas de tus amigos, vale la pena detenerte y hacerte estas preguntas. Si aun así no aparece nada, siempre podés escribirme. Tal vez con una mirada desde afuera algo empiece a tener más sentido.
¿Te gustó? Compartilo con un buen amigo