¿Construímos o destruímos con las redes sociales?

Este es un tema del cual se ha hablado mucho, pero si hay algo que entendí al ser padre es que a veces no es suficiente decir las cosas una, dos, cinco, o mil veces. Es como decirles a mis nenas que levanten los platos de la mesa después de comer, o que no dejen tirada la ropa en el piso: hay lecciones que requieren repetición constante.

Y hablando de repeticiones constantes, quiero abordar con ustedes algo a lo que estamos expuestos continuamente: las fachadas que construimos y vemos en las redes sociales.

La gran desventaja (sin intención) de estas plataformas es que nos hacen creer que la vida es una pasarela donde a todos les va mejor que a mí. Vemos feeds que nos hacen pensar que nuestra vida no es suficiente, y nos «obligan» a participar en una carrera por el viaje más caro, el plato mejor presentado o el logro más grande. Y la triste realidad es que ayer viste una foto más de alguien feliz pasándola bien y, al día siguiente, te enteras de que se ha quitado la vida. De la misma forma, hay quienes pelean en silencio contra enfermedades terribles, y por desgracia terminan perdiendo la batalla.

La idea no es demonizar estas plataformas, sino aprovecharlas con mesura. Esta es la clave, porque la necesidad de validación constante es agotadora y peligrosa. Hay que ser conscientes de lo que nos exigimos y de lo que les exigimos a los demás, porque nuestra vida vale por lo que es, no por la cantidad de «me gusta» que recibe (aunque hay un episodio de Black Mirror que estaría muy en desacuerdo conmigo).

Si estás desconectado de las redes, o tenés un perfíl solo para mantenerte en contacto con tu círculo, está perfecto. Ahora, si tenés un perfil en cada plataforma habida y por haber… ¡también lo está! Hay gente que es feliz así, interactuando en cada feed que se le atravieza. Eso sí, hay una línea bastante clara que no se debe cruzar: comentar o compartir con el único propósito de burlarse públicamente o lastimar a los demás.

Por si no se entiende, cuando hablo de mesura no hablo del tiempo de exposición en las redes, aunque no estaría mal cortar de vez en cuando para hacer algo además de empujar con el dedito la historia sin fin. La mesura a la que me refiero la resumo con una frase muy simple: «tus derechos terminan donde comienzan los del otro», y la verdad es que todos tenemos derecho a ser tratados con respeto. ¿Eso impide que me ría de ciertos videos que claramente no voy a describir acá? De ninguna manera.

El punto es no sentirnos presionados por el uso que les damos a las redes (¡sin cruzar la línea!), o tan siquiera si las usamos o no. Le damos mucha importancia a la apariencia y al qué dirán, cuando, al final, el propósito de estas herramientas (al menos para mí) es informarnos, divertirnos, conectarnos y mantenernos unidos. Recuerden que quienes eligen usar un martillo para destruir o para construir somos nosotros.

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